Murmullos de la misma
estúpida sucia necia absurda
anécdota:
cuanto más me repito de ser
más me sostiene de estar
y buceo
y no hay nada nuevo que decir
pero espero impaciente
acabar sobre mi cama sin parpadear
y fumar medio respirado
mientras convenzo a las escamas del techo
de que no me caigan aún;
y más debía de callar por lo que valgo
que por lo que tengo
pero aun así
continúo sufriendo de tu inercia.
Vamos de paseo al ultramundo,
donde las mujeres no tienen cuello
y los hombres son afeminados y cobardes:
he olvidado tomar la cuenta
de los errores que he derramado en mi estomago
fingiendo no oírte,
he perdido la noción de todas mis voces,
la razón de todas mis muecas
hasta convertirme en una ceniza respirable
y los fármacos son vitaminas que me trago por placer,
llorar solo se hace verosímil con ruido,
por mi nariz brota mermelada de langosta…
Si para convertirme en tu marioneta
debo antes perder mis desgracias,
si debo renegar de mi familia
y vender mis juguetes
para comprar pistolas,
si debo dejar que el oro
me sepa a dulce chocolate
y la fruta a cristal roto:
prenderé fuego a todo lo que me era hermoso,
entraré en los cines y las bibliotecas
solo para gritar que me odias,
aprenderé a tocar la flauta
solo para hacerlo mal e irritarte;
y entonces,
convertido en algo que nunca quise,
amarrado como un tendón
a un trozo de hueso,
cuando la caricias me muerdan
como gatos azules
y las sillas que se arrastran,
me sientan tan débil,
tan intocable...
cuando las mentiras tornen verdades,
y los astros alucinaciones,
y los meridianos se turnen las tormentas,
y vea llover en la calle
guijarros,
gotas,
espinas,
larvas,
destellos de multiplicación insultante;
tal vez haya dejado de desear
acabar sobre mi cama de nuevo
y fumar medio respirado
mientras convenzo a las escamas del techo
de que yo…
“Yo estoy bien, gracias”.
Es de noche
y no duermo,
dormir es de débiles.