viernes, 15 de octubre de 2010

DESIDIA

Apoyo suavemente

la escalera en el tejado;

son mis pasos

vecinos mudos,

son mis caderas

diagonales inertes,

es mi hogar

un sembrador de peonzas.

Subí al tejado

a beber la brisa,

y a esperar,

y a balancear mis rodillas,

y a chillar ( por qué no?)

a chillar también,

y a observar la nubes del horizonte

mientras mi estomago se abría

como una bola de arena…

Si en uno de estos vacíos

decido comerme tus camisas,

si dejo de contar mentiras,

si olvido todo

lo que me hacer reír

y prometo fumar más,

y evadir los insultos

con estúpidos movimientos de ceja,

será porque no llegas nunca;

y si me aburro,

y recortar revistas viejas

ya no parece divertido,

si contengo las ganas

de romper a puñetazos

todas las ventanas de la casa,

si te suplo con objetos,

con sonidos,

con luces;

con una de esas lámparas de lava

que tanto me gustan…

Malgasto el tiempo ordenando los armarios,

despilfarro los días

tratando de cortarme las uñas,

el sonido de los pájaros me da náuseas,

y mientras espero recito:

creo en la selección natural

creo en la selección natural

creo en la selección natural

creo en la selección natural

creo en la selección natural…

Cuando cierro todos los ojos

parece que no tengo nada,

pero cuando llueve me siento

importante,

me subo al tejado,

y entonces,

el frío

y los papeles,

y las máscaras del mediodía

y el silencio,

y la carne cruda,

y las invitaciones rechazadas,

y las escapadas,

y el miedo a recordar,

todo,

todo se me ofrece

(casualmente)

cuando bajo mi cabeza

y me miro en un charco.


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