Pequeña, luminosa,
enciende y acuerda,
dame cuerda
da sed;
revoloteas en mis ojos:
haré como si no te oigo,
como si no hubiera
nadie alrededor,
me voy a golpear
el pecho
como si fuera de espuma
y fingiré que me
sorprendo
cuando me preguntes
qué sucede.
Pequeña, luminosa
llama de mi alcoholismo,
de mi desorden;
giras el pomo de mi puerta.
¿Dónde habré puesto
esa maldita cuchilla?.
Cuando termine de llorar
iré a tender la ropa,
cuando dejes de hacer
el imbécil
quizás podamos discutir
sobre cómo sobrellevar
el peso de la rutina;
sopor de luces,
ruido,
mucho ruido,
rincones que parecen
no acabarse nunca.
Odio ver mi sangre
derramada por el techo,
pataleando
sobre mi cabeza.
No tengo demasiado que decir,
escribiré a todos mis antiguos amantes...
cuando termine de llorar
debería comer algo.
Pequeña, luminosa,
me arrodillo a rezarte
con un nuevo rosario
de pena a estrenar,
de embriaguez,
de fantasía,
escupiendo en la carne cruda,
revolviendo en tí;
delirando como una mosca
a la luz de la nevera.
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