Nunca meteré mis dedos en la licuadora,
desde niño sé que es peligroso;
nunca gatearé por unas escaleras,
a la cuarta caída aprendí que es inútil.
Jamás usaré el jabón en vez de las cerillas,
jamás beberé desengrasante.
Bajo ningún concepto
trataré de descubrir
si es más fácil enroscar
una bombilla
con la oreja izquierda o la derecha…
Si acaso
usaré tus cuchillas
hasta destrozarme la cara
y asumir el tiempo
que llevan oxidadas,
lavaré tu ropa interior aunque nunca se ensucie,
encenderé velas
y fingiré apagones en
los que me masturbas,
utilizaré el lavabo de abrevadero
y el lavavajillas de urinario
hasta que el hedor
y el desorden
me abofeteen y me despierte.
( Te juro que lo intento
pero por más que me muerdo las uñas
no consigo comerme los dedos,
el instinto me frena.)
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