No existen los principios;
me desataste
desde las córneas
a las raíces...
tengo la impresión de seguir naciendo todavía.
Menudo desperdicio de ciudad,
llena de jardines y buceadores,
de campanas;
Está bien, no lo sé,
cuando llegué aquí ya estaba muerta,
te juro que no le he tocado ni un solo pelo;
sabía mi nombre,
sabía que no tengo vocación de asesino,
sabía el apellido de mi madre
y hasta el número de mi calzado...
Me siento afortunado:
desde mi ventana puedo ver el cielo
y escupir por encima de las chimeneas;
a veces las nubes son de un rojo violeta
como si alguien las estuviera estrangulando
… uno se queda tan perplejo
ante estos pequeños acontecimientos
(cómo me gustaba esa canción) .
Ya no estás,
pero me traje tus cosas,
no recuerdo el robo ni el regalo,
pero están ahí;
lo único verdaderamente mío
no puede masticarse,
ni rimarse,
es un abrir,
un contener
un resistir,
un empujar,
un...
Deberíamos de ser todos un poco más honestos
y reconocer sin tapujos
cuando algo nos parece una mierda;
agradar se ha convertido en una epidemia
y no deseo confundir la educación
con la justicia.
No existen los principios,
la casualidad es la mejor maestra:
querido recién llegado,
querido callejón,
sostén con tus dedos cada universo
y tras mirarlo,
admirarlo
y descubrir que es mejor que el tuyo propio,
envídialo hasta odiarlo
y aprieta
aprieta sin remordimiento,
y lánzate a por otro
como si tu miedo fuera hambre.
No es tan complicado,
créeme no lo es;
a solas
todos,
todos lo hacen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario