Haces calor
inhumano y pegajoso,
calor de hambre en Siberia,
de odio en oriente;
hace que no tomo
una droga que me excite
tanto como beber
de tu nombre;
tanto como dolerme a voces
los dientes molidos
o refregar
cualquiera de mis cinco piernas
en la parada obligatoria
entre mi casa y la tuya…
Haces calor,
y noviembre no te había dejado más frío
que excusara tener que tocarme,
sino un sublime
rubor
de delirio
en la plaza del pueblo,
en el lugar de donde nunca seríamos
capaces de huir,
como si la humedad
se hubiera herido,
como un aldabón
tirado por moscas,
como una sirena
chillona e impertinente…
Pero pronto iremos al mar
a morir como hombres,
desnudos,
apretados,
despojados de todo carácter
y de todo trayecto
pronto,
porque si no,
el cauce de alguna presa
se desbordará para arrollarnos
en el momento en que bajemos la guardia…
Haces calor,
frenético y torcido,
calor de cuchilla afilada,
de pedir perdón,
de “ya te lo advertí”…
pero de noche refresca
a palos y martillos
y todo tu discurso
me entra por un oído
y me sale por el otro
y me quedo como un bobo pintando nieve
y salto de tejado en tejado
y me cuelo en tu vientre
y descanso.
Haces calor…mi niño
hazme el calor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario