Plata,
atraviesa mi estomago lleno de ulceras;
mañana haré lo que no te dije
e iré como distraído
a chocarme con los árboles
hasta provocarte
la más absurda de las lástimas.
Plata,
cuchara de plata, empaste de plata, sortija de plata...
seria tan perfecto huir de aquí
con las maletas llenas de ombligos,
con el ombligo lleno de maletas;
atravesar mi estomago
de este a oeste,
viajando por la ulcera
de las ciudades de nombres impronunciables
de las calles impronunciables,
de los laberintos llenos de parásitos
que revuelven la basura del restaurante
donde almuerzan las matronas
y cenan los abogados,
donde desayuno antes de ir a ejecutar mi destino...
Plata,
de entre todos los metales
el único verdadero,
el sopor verdadero;
sería perfecto ser de plata,
y recostarme en el regazo
de una grandiosa subasta
de arte corrupto;
sentir por una vez
como se me desnuda con pleitesía,
como se me devora,
como se saliva sobre mi sexo.
Sostengo una promesa de plomo
en mis dedos,
acaricio una promesa de plomo
bajo la luz de las arañas;
resulta curioso descubrir
que su reflejo desvaído
parece de plata
cuando me cierras los ojos...
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