En el estertor del vacío intente conformarme
con
ser...
(masticaba mi brazo y te miraba de reojo)
hubiera apostado mi propio techo
a que mañana no llovería,
pero comprendí que no puedo cambiar el color
de los árboles
ni hacer cosquillas mis hijos
para resucitar sus cadáveres;
parece que he de conformarme con ser escuchado
de vez en cuando
por alguna de mis ocho paredes.
Nunca el agua estuvo tan sucia
ni la comida tan podrida,
ni el arte tan lejano,
ni la tierra tan seca,
ni el recuerdo tan salado...
Aun quedan cinco dedos
en mi mano derecha.
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