viernes, 15 de octubre de 2010

MONÓXIDO DE CARBONO

En el centro del mundo me hallaba

siendo un niño,

rodeado de actores, de comediantes, de colores;

en el mismísimo centro de todo,

observaba al mundo existir para mis ojos;

en mi espalda vacío,

en mi espalda la nada,

fuera de mi vida no había más vida,

fuera de mi frente no había más luces,

la realidad a mi servicio.

Mis padres no eran mis padres,

mis amigos no eran mis amigos,

formas, texturas, invenciones a mi antojo,

único,

yo, único.

Pero entonces crezco y tomo un tren,

y observo a mi alrededor figuras que no conozco,

y descubro a mi alrededor realidades que no conozco;

y un muchacho con jersey amarillo

se despide de su novia con una leve sonrisa

y un anciano marca un numero de teléfono

y una mujer habla con otra sobre su hijo

y una niña preocupada mira el reloj

y todas mis teorías infantiles se van a la mierda;

y me encuentro sumergido entre tanta independencia

que me siento pequeño, asustado.

Y alejándome en el tren veo edificios feos,

y torres metálicas con cables,

y vehículos de seis ruedas,

y árboles medio retorcidos,

y nubes a las que no les importo,

y más y más latidos.

Y entonces pego mi cara al cristal, decepcionado,

y lloro en voz baja,

para no despertar a nadie.


No hay comentarios:

Publicar un comentario