Te miro indolente,
me miras indolente,
divagamos sobre el más allá
entre copas de aguardiente
servidas en tulipa;
converso sobre mi interior
y tu interior,
sobre los conflictos de alma
y la pureza de un pensamiento...
Que asco,
¿quién debía avisarme
de no llegar a este punto?,
¿cómo he llegado a este punto?,
¿en qué nos hemos equivocado?
¿es esto evolución?
Ya no busco mi comida
entre bosques de sicomoros,
ni construyo cabañas
de barro cocido;
ahora todo es eléctrico e incoloro,
todo ha salido torcido,
ya no lucho por sobrevivir
ni juego con tiza en el suelo...
La derrochadora comodidad me ha sometido,
y ahora divago,
divago como un bohemio repugnante.
Ojala hubiera nacido muerto,
o retrasado,
con las muñecas torcidas hacia dentro
y muñones en mis piernas,
repleto de felicidad y sencillez,
de sutil mediocridad,
de plano registro;
ojala no supiera nada de mi mismo
para no tener necesidad de analizarlo,
¿hay necesidad de analizarlo?
¿hay más necesidad?
¿no se supone que ya no existe esa palabra en mi mundo?.
Que asco me doy,
que asco me das,
continuas tus cuitas sobre lo ético
y yo,
poseído de ira
solo puedo abofetearte
una y otra vez,
y dejarte allí, con tu aguardiente servido en tulipa,
criticando mi comportar,
rascando tu mejilla magullada,
gritando a todos mi súbito arrebato...
Así no voy ha hacer amigos nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario