viernes, 15 de octubre de 2010

METRÓNOMO

Ahora paso de largo avergonzado

por cada una de las conclusiones

a las que no llegue a tiempo…

(aquella montaña me está señalando, no me gusta)

Voy a tu encuentro por fin,

hace frío o algo;

y ni siquiera tú sabes si me esperas.

La ultima vez

que recuerdo haber comido hasta reventar

llevaba puesta la misma camisa de ese escaparate,

parecía una mortaja

en los cimientos de alguna catedral silenciosa,

revolcado en la ansiedad de no tenerte…

El color de esas fachadas

se parece al de tus ojos,

aunque no tengan nada que ver

y ni siquiera haya fachada, ni edificio, ni color.

Ya no sabría distinguir

lo que me apetece de lo que necesito

lo que deseo de lo que comprendo

diferenciar “prisa”

de “instinto”

Voy a tu encuentro por fin,

y una torre de ventanas alargadas

parece que ha brotado

en medio de esta llanura de cristales

con el único propósito de advertirme:

“cuidado con lo que dices al entrar por esa puerta,

estúpido ignorante,

no te vaya a pasar

lo que al ultimo”

En mi viaje no hay dragones,

ni armas blancas,

ni siquiera paralelos

con los que jugar a la comba,

sólo un insulso paseo lleno de grietas;

entre las nubes imagino tu rostro

al recibirme

desfigurado a besos y martillazos,

tras cada matorral imagino

peligros y urinarios,

excusas, evidencias de mi debilidad,

excusas para no llegar nunca.

Y acelero,

y los adoquines se convierten en acantilados,

y las vallas en espejos,

y mi pelo en un remolino

lleno de preguntas,

lleno de entereza

voy a tu encuentro por fin,

y no me importan los transeúntes señalándome

cono si mi danza fuera la de un borracho

y mis canciones las de una acuarela marchita,

ni me importan los vertederos ,

ni los cines recubiertos de neón y acero

ni la menta artificial de las áreas de descanso,

ni el repetitivo color de las mismas señales de desvío

ni la majestuosidad de esa torre de ventanas alargadas…

…mierda, estoy conduciendo en círculos.

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