Tu ojo, bulevar,
a lomos de un caballo
plegado en mi ombligo,
trenzado en mi silla,
colgado en mi espada
y qué si no hay aire…
Tu mano, vendaval,
me sigues de cerca
y lejos
y me pierdo en tu perfume,
en tu aliento,
en tu arco,
en tu pedregal,
en tus carreteras,
en tu pradera
con florecitas
y pajaritos que cantan
y bla, bla ,bla bla….
Como me pones, cabrón.
A ver:
yo no quiero un arco iris,
ni canciones infinitas
ni un ciervo que hable
ni esas mierdas;
yo solo quiero que te calles,
que te calles de una puta vez
y cierres los ojos,
que me tomes de la mano
y me dejes viajarte,
sobrevolar las cabezas
de todos los mediocres
y reírnos de su desgracia y de su soberbia,
arrojar basuras y jeringuillas a los parques,
escupir a los coches de la autopista,
inventar incendios y edificios de agua,
acabar con el mundo tal y como lo conocemos,
amar hasta que la gente solo tenga odio
que llevarse a la boca…
y regresar de nuevo
envueltos el uno en el otro
sin más frontera
que la costumbre rota.
Si no tuviéramos tanto miedo
de parecer vulnerables
aprovecharíamos el movimiento de la luna
para amarrarnos los pies al fondo marino
y jugar al parchís
y hacernos cosquillas bajo la niebla
y lamernos la nuca
y no aburrirnos nunca,
y aprovechar cada segundo
como si acabáramos de conocernos.
Para hacer lo que hago siempre,
para ver la tele
y dormir solo sin que nadie me moleste
ya tengo mi casa, gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario