“Mi dolor me mima,
mi dolor me ama”,
recupero la palabra
después del accidente;
me trajiste flores aceitosas
y un oso que parecía querer curarme.
Mi casa estaba llena de aire,
helada,
tuerta,
retorcida;
recupero la movilidad
después del accidente
y me toco los dientes
y los dinteles de las puertas…
pero la lastima es un arma tan valiosa
que a veces prefiero salivar fuera de mi boca,
dibujar con las cejas,
jugar al avión con tu cuchara,
convulsionar,
adjudicarme todas las taras existentes
y apiadarme de ellas,
verte consumirte por apiadarte de ellas
verte consumirte por apiadarte;
y la conciencia es un arma tan valiosa
que a veces prefiero hacer piruetas,
abrazarte arrepentido,
jugar al ajedrez con tu cuchara,
convulsionar, otra vez,
y llorar hasta que se me disuelvan los ojos,
y pedir perdón hasta que se me derrita la boca,
y verte sonreír sin apiadarte,
y verte sonreír,
y verte.
Estúpida broma aritmética
que parece que suma cuando resta
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