Una mancha de tinta…
tan sólo una mancha de tinta…
Soy incapaz de hacer dos cosas a la vez:
mirar por dónde voy
o mirar hacia dónde voy;
me debato entre torcer mi tobillo
o chocarme contra un árbol,
y una mancha de tinta nunca será una mancha de tinta;
Una mariposa,
una polilla,
no sé…
te quiero tanto
que me sangra la boca por las noches
y me paso el día tragando
y tus besos me saben a hierro.
Un sombrero,
un hombre con sombrero,
tu madre con sombrero.
Tuvieron el descaro de rodearme,
ayer,
me dijeron cosas al oído,
me hicieron creer
que carecía de motivos para sentirme solo
o desgraciado,
me insultaron;
la rutina es una fruta
con olor a pereza,
jamás pretendí aburrirte.
Un perro,
no,
un caballo:
Y yo era tan importante,
tan necesario,
y tu tenías tantas paredes,
y yo no hacía otra cosa que meter la pala
y remar,
y buscar el principio de todo,
el lugar donde las flores brillan
como armarios ardiendo,
el hogar construido, la perseverancia,
la ciencia.
Un gato, aplastado, un león:
me tapé los ojos para cruzar la calle,
la valentía no se come,
qué gran invento la inercia,
podría pasarme horas balanceando las rodillas
como si fuera frío lo que me inquieta.
Una montaña,
un lugar donde apostar sea obligatorio,
donde las armas estén permitidas,
sin nombres de calles que recordar,
sin cifras…
Una mariposa, un sombrero, un caballo, un león, una montaña,
y podríamos echar
la poca imaginación que la evolución humana me dejó
para que no pareciera un robo a mano descubierta
y buscar significado
a lo que nunca tuvo,
y mirar atrás, constantemente
esperando que los fantasmas regresen
para arreglar innecesariamente
lo que jamás estuvo roto;
pero yo duermo por las noches
y mi tejado tiene escamas
y mi espalda arañazos
que contabilizo frente al espejo
jugándome el cuello,
y botellas,
y partidas de ruleta,
y puertas gigantes como vacas muertas;
y eso que sostienes entre tus manos
con tanta vehemencia,
eso, mi vida,
eso es sólo una mancha de tinta,
una estúpida mancha de tinta,
no me jodas.
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