Y por si fuera poco,
perderemos las ganas
de hacer lo correcto
en este deseo mundano;
y tal vez,
miraremos a las constelaciones
con altivez y desorden
hasta llorar como corderos
la miseria infinita,
o golpear nuestro abdomen
repetidas veces
para parecer más fuertes
de lo que no fuimos nunca.
La felicidad se esconde
solo a tres respiraciones
más allá,
más acá,
en ese maldito punto
que nunca encuentro...
los vecinos chillan,
las esquinas pesan,
los enchufes quieren
arrancarse de la pared
para verme llorar de cerca
con curiosidad de simio...
no me diferencio tanto de un objeto.
Soy yo,
la perfección de todo lo creado,
el mago del milenio de oro,
el que dibujó con vísceras en las grutas oscuras
y pixelizó la realidad desde una pantalla plasmática,
el que puede cantar con el golpe de los zapatos
o recopilar el saber humano
en un minúsculo silicio;
soy yo,
quien piso la luna por instinto
y bombardeó las capitales enemigas,
el que ordenó a todos matarse por su diferencia,
el que ordenó a todos amarse por su diferencia,
el eslabón más elevado,
la madre de todas las probetas,
el rey de todas las patrañas,
aquel al que la realidad no controla
más.
Viajo en un autobús,
pero nadie parece reconocerme...
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